Por Alejandro Gómez*

Hoy sábado 15 de febrero se cumplen 203 años del nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento. Es una pena que semejante personalidad sólo sea recordada tibiamente cuando cada 11 de septiembre se celebra el día del maestro. Sarmiento fue mucho más que un entusiasta impulsor de la educación en nuestro país. Su figura trasciende casi todos los ámbitos de la vida pública argentina entre 1830 y 1888, año de su fallecimiento. Entre otras cosas fue escritor, militar, viajero, diplomático, educador, periodista y político (ocupando cargos ejecutivos y legislativos a nivel nacional y provincial); pero, por sobre todas las cosas, fue un apasionado en cada una de las actividades que emprendió.

Cuando en la década de 1830, junto a sus compañeros de la llamada “generación del 37” (Juan Bautista Alberdi, José María Gutiérrez, Esteban Echeverría, Bartolomé Mitre, entre otros), comenzó a participar en los debates políticos, Sarmiento se propuso analizar qué sucedió en Argentina después de la revolución de mayo de 1810, cuáles fueron las dificultades que impidieron el surgimiento de una república bien organizada y, sobre todo, cómo sería la organización nacional después de la caída de Juan Manuel de Rosas.

Desde su exilio chileno, Sarmiento desarrolló una intensa actividad como escritor, la cual tenía por destinatarios a aquellos políticos e intelectuales que deberían dirigir el país luego de la batalla de Caseros de 1852. Precisamente, estos hombres eran herederos de las facciones que habían estado en pugna desde 1820 en adelante, representados en las corrientes unitaria y federal. El desafío que se presentaba era superar esta dicotomía y encausar al país hacia un futuro de progreso y civilización, algo que Sarmiento esbozó en los escritos que fue elaborando desde mediados de la década 1840.

Sus trabajos más destacados de ese período son “Civilización y Barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga” (1845), “Viajes por Europa, África y América, 1845-1847” (1849-51), “Recuerdos de Provincia” (1850) y “Argirópolis o la Capital de los Estados Confederados del Río de la Plata” (1850). En Facundo, Sarmiento busca develar el “enigma argentino”, explorando las raíces de la dualidad que dio en llamar “civilización y barbarie”. En su análisis la civilización representa el Valor al que había que apuntar, el objetivo que habría que alcanzar con el transcurrir de los años. En contraposición estaba la región pampeana que representaba el pasado colonial asociado a una sociedad feudal atrasada liderada por el caudillismo. Así las cosas, la civilización sarmientina se traduce en el establecimiento de un orden republicano reflejado en ideas liberales, espíritu europeo, imperio de la ley y movilidad social en sentido ascendente. Su propuesta se vio reflejada en el programa de gobierno que Sarmiento sugiere a lo largo del Facundo, el cual se basó en el fomento de la inmigración, la libre navegación de los ríos, la nacionalización de las rentas de aduana, la libertad de prensa, la educación pública, el gobierno representativo, la religión como agente moralizador, la protección a la seguridad individual y la institucionalización de la propiedad privada.

En los “Viajes por Europa, África y América, 1845-1847”, los cuales fueron financiados por el gobierno chileno, Sarmiento dejaría de mirar hacia Europa como había hecho en el Facundo para centrar su mirada en Estados Unidos. Le llamó poderosamente la atención el espectacular crecimiento que se estaba produciendo en aquella nación. Inclusive llegaría a lamentar no haberle dedicado más tiempo de aquel viaje a recorrer y analizar con más detenimiento el desarrollo de la gran nación del norte del continente americano. En su primera visita a aquel país, tomó nota del progreso y el potencial de crecimiento que tenía Estados Unidos gracias al impulso del ferrocarril, la educación y el orden institucional. Las semejanzas geográficas que observó con respecto a Argentina, le hicieron pensar que nos podríamos convertir en una nación de granjeros propietarios como lo era la sociedad norteamericana de aquel tiempo.

Sarmiento enfatizaba especialmente el valor del trabajo en la agricultura como agente civilizador, en contraposición a la ganadería extensiva que se venía practicando en Argentina desde la época colonial. En este sentido, el desarrollo de la agricultura quedaba asociado directamente con el sistema republicano ya que, de acuerdo a su visión, la agricultura promueve la cultura del trabajo a diferencia de la ganadería tradicional que hacía del gaucho un ser indolente. Así las cosas, la idea de una “civilización agrícola”, se basaba en la promoción del acceso masivo a la propiedad de la tierra por medio de la creación colonias agrícolas como la de Chivilcoy.

Sarmiento era consciente de que esto solo no bastaba, ya que también había que promover el desarrollo del ferrocarril, los barcos a vapor, el telégrafo y el correo. Además, todos estos avances deberían ser apuntalados con la aplicación de un sistema educativo que permitiera fomentar el progreso a largo plazo. De acuerdo a su visión, el desarrollo económico no bastaba para que el país se convirtiera en una república de ciudadanos civilizados. En su proyecto de nación, la educación era un pilar fundamental. Esto también lo había visto de primera mano en Estados Unidos, sobre todo en su etapa como embajador argentino en aquel país durante la presidencia de Bartolomé Mitre (1862-1868). En su proyecto educativo la instrucción no sólo debería ser cívica sino también práctica, ya que su idea era promover el surgimiento de ciudadanos y trabajadores. Sarmiento consideraba que la educación serviría para desarrollar en los jóvenes hábitos de orden y disciplina. A su vez, consideraba que la educación cumpliría un rol armonizador en las diferentes regiones de un país que había estado fragmentado desde la época de la independencia.

Para finalizar estas líneas, es importante destacar que Sarmiento era un hombre de acción que trató de poner en práctica muchas de sus propuestas durante su presidencia entre 1868 y 1874. Aún cuando la misma se vio afectada por serios inconvenientes como ser la última etapa de la Guerra del Paraguay y la crisis económica internacional de 1873 y el levantamiento de los caudillos provinciales, ello no fue obstáculo para que durante su mandato se crearan 800 escuelas, ni para que la cantidad de alumnos pasara de 30.000 a 100.000, junto con la fundación de Escuelas Normales formadoras de maestros, complementado con la creación de observatorios, bibliotecas e institutos. También durante su mandato se realizó el primer censo nacional en 1869 y se impulsó la llagada de 280.000 inmigrantes, en un país que apenas superaba el millón y medio de habitantes. Por su parte, las piezas postales pasaron de 4 a casi 8 millones, el ferrocarril extendió su red de 573 a 1.333 kilómetros, mientras que el telégrafo llegó a los 5.000 km de extensión con conexión a toda América y Europa. Como vemos, Sarmiento fue mucho más que el padre del aula del que habla el himno escrito en su honor.

 

*Es Doctor en Historia (Universidad Torcuato Di Tella), especialización en Ciencias Políticas (Universidad de Chicago), MIembro del Consejo Academico de Federalismo y Libertad