Por Maria José Romano Boscarino*
América Latina y su larga y, lamentablemente, creciente tradición populista no dejan de sorprendernos. 

Los atentados continuos contra la libertad de los individuos rozan el límite de la burla y, sin embargo, a las personas les cuesta encontrar una alternativa en la que refugiarse lejos de las prevalecientes “dictaduras constitucionales”, cada vez más explícitas, que intentan manipular cuanto encuentran a su alcance.
Realmente es sorprendente como ha avanzado la utilización engañosa de la idea de Estado Paternalista, de la necesidad de intervención y regulación permanente. Y, al mismo tiempo, apena escuchar los mitos y falsedades asimilados en las opiniones del ciudadano común sobre lo que representa el liberalismo que ha sido completamente demonizado.

Aturdidas con ideología artificial plasmada en los típicos discursos que aluden a la “lucha de clases”, “el colonialismo”, “el imperialismo” y toda una serie de terminologías propias de los manuales ultraizquierdistas, las masas beneficiadas con el autoritarismo de los demagogos que lo aplican, no toman en cuenta los efectos a largo plazo, no miden el costo real que asumen.

Verdaderamente preocupa la falta de conciencia de lo que este “giro a la izquierda” provoca. Derechos cada vez más acotados, república y democracia corrompidas, concentración extrema del poder, difusión e información incorrecta e irreal con fundamentación chauvinista, militancias avasalladoras que promueven la adhesión a la lucha contra “la ambición insensible empresaria”, contra “el imperialismo extranjerizante y perverso”, “la globalización arrebatadora de identidad”, “los buitres opositores”…

Evidentemente existe una manipulación alevosa de la información transmitiéndose bárbaramente falsedades que confunden a quien ignora completamente cuales deberían ser sus derechos, hasta donde debería llegar la injerencia del estado, qué límites debieran restringirlo, que representa verdaderamente el mercado, la iniciativa emprendedora, la apertura al mundo, el pluralismo de ideas, la crítica constructiva, la propuesta de alternativas para resolver los problemas…

Dentro de la población los grupos son heterogéneos pero priman los que avalan la continuidad de este tipo de gobiernos, sea por los beneficios que le reportan, sea por temor y presiones recibidas, por falta de una opción diferente que los represente, u otros intereses. Lo cierto, es que debemos repensar el camino que está tomando la región en miras a un progreso real para poder dejar atrás el tercermundismo corrupto y excedido de retórica demagoga. Debemos madurar cívicamente, poner manos a la obra e involucrarnos para construir un futuro diferente. La educación y la cultura deben mejorarse, como base para un verdadero cambio, generando un ambiente propicio para la formación de auténticos líderes no adheridos a la putrefacta política latinoamericana actual que destruye los que hoy parecieran utópicos ideales de respeto a los derechos, a las libertades, a la Constitución, a la República.

*Centro de Estudios | Fundación Federalismo y Libertad
Tucumán – Argentina