Por Agustín Alejandro Shehadi Candela*
En el marco de un país que se incorpora a la cuenta regresiva de un escenario electoral incierto, incierto también es el panorama que presentan los partidos políticos respecto a la economía a la que el país se enfrenta. Desde la izquierda a la derecha, pasando por toda la escala de grises, cada quien tiene su versión de la historia; en su afán de atraer al votante, las propuestas de campaña describen tanto un escenario aterrador como una Pangea naciente en materia económica para con el país. El objetivo de este artículo será centrarnos en los aspectos económicos que conciernen a la pregunta: ¿en qué Argentina estamos parados previo a las elecciones legislativas que se avecinan?, y para adentrarnos en esta interrogante contamos con la opinión de economistas -y profesores de la licenciatura de economía de la UNT- José J. Bercoff y Gustavo F. Wallberg; quienes nos ayudarán a filtrar, de tantas perspectivas que se nos presentan, un panorama económico claro en el cual nos encontramos frente a las elecciones que se avecinan.
Últimamente tanto en los medios como en redes sociales se escucha hablar acerca de la reactivación que están experimentando gran parte de las variables que denotan la actividad económica del país, la proliferación de los brotes verdes que desde el Ministerio de Hacienda se intenta que llegue a oídos de los votantes de las próximas elecciones. Se afirma, a su vez, que los componentes que encabezaron fuertemente el ranking de los principales determinantes del crecimiento observado fueron y son esencialmente el gasto público y el resurgimiento actividad agro-industrial. A todo esto, Gustavo Wallberg opina:
“Era de esperarse que ocurriera, sobre todo por el efecto que el alivio fiscal trajo para el sector agrícola como por la obra pública. En el primer caso, el avance ya fue notorio en 2016, no sólo en producción primaria sino también en las actividades relacionadas, como la venta y producción de maquinaria agrícola. Con respecto a la obra pública, había dos motivos para esperar su empuje. Uno, la cobertura de todos los baches del gobierno anterior, que había dejado un gran déficit de infraestructura. El otro, la posibilidad de usar un sector que sirviera de motor. Era lógico que sin un cambio específico sustancial (como el caso de las retenciones a las exportaciones lo fue para el agro y la minería) la actividad privada tendría un arranque lento. Debe sumarse a lo anterior el impacto de la reducción de la inflación, que pese a ser atacada mediante una herramienta en principio recesiva como la tasa de interés, de todos modos, trajo alivio a los ingresos reales y al mismo tiempo permitió hacer mejor cálculo económico y no desalentar algunas inversiones. Tal vez hayan compensado el efecto de freno de la tasa de interés las líneas de crédito para construcción privada, los mayores giros de ayuda oficial a sectores de bajos ingresos y la suba del mínimo no imponible del impuesto a los ingresos. Algo de alivio vino también desde Brasil, cuya caída durante el año pasado y parte del presente jugó en contra, pero ya está dando muestras de recuperación”
El subsiguiente interrogante que se abre en discusión al hablar de reactivación económica tiene que ver con la sostenibilidad de la misma. Ante dicha problemática José Bercoff comenta que:
“Las tasas de crecimiento tendrán mayores posibilidades de ser sostenidas en la medida en que se encaren reformas estructurales en la economía del país. Fundamentalmente se debe lograr una baja en el déficit fiscal consolidado (nación, provincias y municipios), una reforma integral y profunda del sistema tributario que genere una sustancial baja en la presión tributaria y una redefinición del sistema de coparticipación federal que apunte a generar incentivos en las provincias para realizar las reformas tendientes a equilibrar las cuentas de los estados subnacionales. Estas medidas, si bien difíciles de llevar adelante, son imprescindibles para lograr mayores tasas de inversión que redundarán en un aumento en la demanda de trabajo y en mejores y más sostenidas tasas de crecimiento.”
Otra de las tantas problemáticas que acontecen a los argentinos en materia económica fueron las recientes oscilaciones del tipo de cambio – más precisamente la cotización del dólar – a las cuales muchos analistas se apresuraron a atribuir a la candidatura de Cristina Fernández de Kirchner, en un intento de explicar el fenómeno del aumento de la divisa como un efecto de incertidumbre política. A su vez, el hecho de que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) salga a vender divisas para poner un techo a los aumentos del dólar causa cierta sospecha en quienes siguen de cerca el panorama económico pre electoral. A lo que los economistas comentaron:
“Creo que la incertidumbre electoral hizo de disparador de una conducta que esperaba su momento. Con seguridad la mayoría de los actores económicos consideraba que el precio del dólar estaba bajo (véase, como referencia, el indicador de tipo de cambio real multilateral del BCRA) pero estaba a la espera de que comenzara el alza antes de jugarse. De todos modos, el Rofex para diciembre 2017, desde enero de este año siempre se movió en el rango de 17.32, lo que no es una variación tan grande en el precio esperado. Por lo tanto, bien puede pensarse que mucho de la variación en el precio está montada sobre los efectos de la expectativa electoral, aunque no responda directamente a ella.”- Gustavo F. Wallberg.
“Las fluctuaciones del tipo de cambio siempre se deben a diversos factores. El déficit fiscal que se financia parcialmente con endeudamiento, que luego el Banco Central debe absorber para disminuir la presión inflacionaria (con la consiguiente suba de tasas) es un componente central de esas oscilaciones. La cercanía de las elecciones de medio término, con un posible resurgimiento de una tendencia populista en el país, claramente es otra razón de estas fluctuaciones. A medida que se aclare el panorama político (en cuanto a la gobernabilidad y al modelo que la ciudadanía elija para el futuro) y en la medida en que disminuya el financiamiento del fisco, tanto con el uso de deuda como con emisión de dinero, las fluctuaciones del tipo de cambio tenderán a ser menos intensas. En un sistema de tipo de cambio flexible, el Central no debe intervenir salvo para atenuar ciertas fluctuaciones abruptas que pueden generar incertidumbre en los mercados y el traslado a precios con el consiguiente impacto inflacionario. La historia argentina hace que adaptase a un esquema de flotación cambiaria sea aún más dificultoso por lo que el Banco Central claramente actúa preventivamente cuando el tipo de cambio traspasa ciertos límites (tanto de apreciación como de depreciación del peso). En la medida en que se logre consolidar las políticas de baja de déficit (aún no encaradas) y que la coordinación entre la autoridad monetaria y fiscal mejoren, será posible que estas intervenciones sean menos necesarias (entre otras cosas porque las fluctuaciones bruscas serán cada vez menos frecuentes). Sin embargo, aún estamos lejos de observar que se afiancen prácticas económicas saludables. Para ello se deberá esperar varios años sin cometer errores ni volver a políticas intervencionistas, y cortoplacistas que fueron las que dominaron a historia nacional de las últimas 7 décadas.” – José J. Bercoff.
En conclusión, ni el panorama es tan gris ni tan alentador como puede llegar a parecer frente a los medios o redes sociales. Donde estamos parados es un respiro donde los argentinos nos enfrentamos a conductas nuevas tanto del Banco Central como de la autoridad fiscal, pero por más que estamos transcurriendo un periodo de reactivación el escenario dista de ser el óptimo. Lo que la Argentina necesita para que podamos decir que al fin emprendimos un camino de crecimiento sostenido y prosperidad económica es una reforma desde la estructura; cambiar lo que tanto estamos acostumbrados en materia de políticas desde hace décadas y apostar por una mayor responsabilidad entre nuestras autoridades monetaria y fiscal.
*Coordinador del Área de Políticas Públicas – Fundación Federalismo y Libertad.