Por Nahuel Ríos*
A lo largo de historia se observa que las personas actúan de acuerdo con su racionalidad, ¿estaría mal pensar que en algunas circunstancias no la utilizamos? ¿alguien puede manipular nuestra racionalidad? En este caso me remito hablar del caso de La Madrid, un pueblo de aproximadamente 5000 habitantes, ubicado en el departamento de Graneros en la provincia de Tucumán.
Este pueblo es un caso muy particular si lo miramos desde el punto de vista racional: sufre un problema de infraestructura que produce inundaciones constantes, familias que perdieron todo en diversas ocasiones. Febrero de 1992; enero de 1993; diciembre de 1997; febrero de 1999; enero de 2000; marzo de 2000; febrero de 2004; enero de 2006; marzo de 2006; enero de 2007, 2013, 2015, 2016 y por ultimo a principios de 2017 considerada unas de las peores.
El poder de un ciudadano está en su responsabilidad cívica votando o apoyando aquellas personas las cuales los gobiernan; comúnmente se vota a un representante que se supone idóneo, este elige sus equipos de trabajo y ejercen el poder buscando el bienestar común. Esto suena razonable, ya que si esta persona no consigue solucionar los problemas, los ciudadanos pueden elegir otros candidatos y esperar que las cosas se modifiquen. En este lugar no sucede nada parecido, si no todo lo contrario.
La Madrid fue azotada por las inundaciones muchas veces, historias desgarradoras se escuchan cada año, botes, lanchas y gomones invaden lo que en algún momento fueron calles, con toda una provincia a su servicio. Cada año se ve como el corazón de los tucumanos sede ante la desgracia y acuden en ayuda ante la emergencia. Muchos tucumanos destinan su tiempo para ir a palear barro de adentro de las casas, auxiliando personas aisladas en los techos o al costado de una ruta después de haber perdido todo nuevamente.
La pregunta que nos debemos hacer los tucumanos es: ¿porque la ciudadanía debe dar respuesta a una historia sin fin? ¿Porque el Estado no realiza una inversión efectiva tantas veces prometida? ¿Realmente el Estado es la solución? ¿Después de tantas promesas es posible creerles? Seguramente en su cabeza ya se formulan muchas respuestas a estos interrogantes.
¿El populismo nos puede sesgar la razón?, estas personas están convencidas que en las próximas lluvias sus casas quedaran tapadas nuevamente por el barro y que el político de turno, que no cambia, le ofrecerá una chapa y un colchón para su hogar. En una situación tan desgarradora, como lo es el perder todas las pertenencias ¿quién no tomaría esa chapa y ese colchón? Pero ¿por que seguir votando lo mismo? ¿Por qué a meses de la última inundación el pueblo de La Madrid elige las personas que solo dieron paliativos para la urgencia ignorando lo importante y abandonándolos a su suerte?
Supongamos que las personas de La Madrid votaran otros partidos, las obras de infraestructura podría llevar, siendo optimista, cinco años. Mientras tanto el pueblo seguiría debajo del barro y el agua luego de cada tormenta, quizás por esto, ellos con la razón sesgada pensarán en el corto plazo una solución que una simple chapa y un colchón resuelven parte de su problema. Este conformismo o quizás resignación es posiblemente la causa de la permanecía en el poder de partidos populistas, que durante muchos años no solucionaron problemas de bases que dañaron a muchas generaciones. De esta manera se mantienen gobiernos que no solucionarán las cosas porque simplemente no les conviene, gobiernos donde el poder es más importante que el dinero y donde la forma más fácil de acumularlo es nublar la razón de aquellas personas a las cuales dicen proteger.
“La racionalidad es la virtud básica del hombre, la fuente de todas sus otras virtudes. El vicio básico del hombre, el origen de todos sus males, es el acto de desenfocar su mente, la suspensión de la consciencia, lo cual no es una ceguera si no negarse a ver, y no es ignorancia si no negarse a saber”. Ayn Rand.
*Miembro del equipo de Políticas Publicas de Federalismo y Libertad