Redactado por: Lcdo. Daniel Ruiz Tovar (@danielruiztovar)
Sin duda alguna, la pandemia del COVID-19 es el evento más importante que hemos vivido durante este siglo, principalmente por la cantidad de víctimas fatales, pero también por la sorprendente tasa de contagio que nos ha obligado a mantener un aislamiento social – a mayor o menor escala – en prácticamente todos los países del mundo, demostrando que la globalización se refleja no solo en sentidos económicos, climáticos, tecnológicos e informativos, sino en cualquier rama que pueda analizarse.
La pandemia concentra en sí misma toda la atención, el mundo entero está a la expectativa de una vacuna o una cura para tratar este virus, pero mientras la comunidad médico-científica se concentra en ello, la mayoría de la población permanece en cuarentena para evitar una propagación del virus que contagie a tantas personas que sea imposible atender.
Es imperativo destacar que la mayoría de las organizaciones y empresas requieren de la presencia física de sus integrantes para cumplir sus labores y lograr sus metas eficazmente, sin embargo, la pandemia y específicamente el aislamiento social, nos ha obligado a modificar los métodos para realizar dichas labores, e inclusive en muchos casos ha obligado a pausar o abandonar muchos emprendimientos, empresas y hasta grandes proyectos financieros dando como resultado uno de los mayores impactos negativos en la economía de todos los países.
Sobre la base de lo expuesto nos encontramos frente a retos sumamente complejos y prioritarios, y de los cuales surge la siguiente interrogante: ¿Existe forma de recuperar las economías y las finanzas tanto Estatales, como privadas y personales en medio de la peor crisis sanitaria de los últimos tiempos antes que sea demasiado tarde?
Bien sabemos que es una prioridad mantener a salvo la mayor cantidad de personas posibles, y hasta ahora se logra mediante estrictos métodos sanitarios, pero también nos acercamos a lo que parece ser un colapso de las economías familiares, sobre todo en aquellas familias que no tienen la posibilidad de realizar sus trabajos remotamente, la subsistencia en medio de la pandemia ha estado siempre en una dinámica que no se aleja de un equilibrio entre sobrevivir ante el virus y sobrevivir ante una crisis económica que vislumbra consecuencias catastróficas, sobre todo para los sectores menos pudientes, que en Latinoamérica además de ser una buena parte de la población viven del día a día.
Lógicamente es un trabajo que debemos realizar entre todos, entre los gobiernos, las familias, las empresas. Ninguno de los sectores está en capacidad de tomar decisiones que solucione el problema del COVID-19 ni sus consecuencias de forma efectiva antes de conseguir una vacuna o cura para la misma, esto representa un gran reto para los gobiernos, los cuales deben guiar a la sociedad de la manera más transparente posible para evitar males mayores, y al mismo tiempo someter a la población a un aislamiento social a favor de la salud, pero en contra de la producción, incluso en ocasiones en contra de lo que los ciudadanos consideran que es lo adecuado, y es en ese momento donde el reto de sobrellevar el COVID-19 empieza a ser un problema político, podemos ver como por medio de la fuerza del Estado los gobiernos han tenido que coartar las libertades fundamentales de los ciudadanos con la finalidad de mantenerlos seguros, pero ¿Qué pasará en unos días, semanas o meses, cuando la población empiece a sentir que estar en sus casas, con sus libertades limitadas a las redes sociales o a la comunicación telefónica se hace cada vez más desesperante?
¿Estamos preparados realmente para permanecer aún más tiempo bajo un aislamiento social, que pasa por diluir las economías mientras la población percibe que los gobiernos se aprovechan de la situación para tener más libertades a costa de coartar las propias libertades ciudadanas?
A estas alturas, a los gobernantes solo les queda rogar que la vacuna contra el COVID-19 se consiga lo más rápido posible, es una carrera contra el virus mientras se lucha para que no caigan las economías, pero también contra el tiempo; la ansiedad y la desesperación empiezan a hacer estragos.
Otra de las opciones planteadas es reabrir paulatinamente las labores que eran cotidianas hasta hace algunos meses, pero esa decisión recae en una responsabilidad de gran magnitud, si algo sale mal habremos retrocedido, los picos de contagio y mortalidad podrían recuperar su tendencia al alza.
Finalmente debo señalar que no parece viable continuar con una cuarentena tan estricta, es necesaria una reincorporación paulatina a las labores cotidianas, sin embargo, en esta reincorporación debemos mantener las medidas de prevención y distanciamiento que amerita convivir con el COVID-19, teniendo en cuenta que estas medidas debemos tomarlas cada uno de nosotros con la finalidad de mantenernos a salvo del virus, con esto quiero decir que no es una misión únicamente de los entes gubernamentales ni de cada ciudadano implementar los métodos sanitarios, es una misión de corresponsabilidad entre todos.