No es políticamente correcto -ni da la impresión de que quiera serlo-. Luis Alberto Lacalle (Montevideo, 1941) habla de una forma tan llana, que al cabo de un rato de entrevista ya no parece el ex presidente de Uruguay (1990-1995) sino un hombre que dice lo que piensa. Y valiéndose de su experiencia y perspectiva, opina: “la Argentina perdió la capacidad de asombrarse ante la corrupción. Algo parecido sucede en España: si no robaste 50 millones de euros, no salís en la tapa, sino en un breve en la sección de deportes”.
Dice que lo grave de este relajo (degradación de las costumbres, según el diccionario) es que sin asombro no puede haber reacción. “Si mañana aparezco vestido de pato, a nadie le va importar. La sociedad se está habituando a la ruptura de códigos y convenciones básicos. El enriquecimiento indebido de los gobernantes se ha normalizado porque no hay sanción”, medita quien fue una de las espadas más filosas del Partido Nacional. En Tucumán, Lacalle hizo las veces de orador en la cena anual de la Fundación Federalismo y Libertad. En esa ocasión, el ex senador recibió el premio Alberdi, que reconoce a los defensores del ideario liberal.
La corrupción desembozada e impúdica no tiene cabida en Uruguay, según Lacalle. Pero se niega a erigir al ex presidente José Mujica, quien lo derrotó en el balotaje de 2009, en un símbolo de la honestidad de su país. “Sus corrupciones fueron anteriores a la función pública: como guerrillero tupamaro mató, secuestró, torturó y robó. Mujica es un hombre de vida sencilla, pero eso no tiene demasiado mérito. La chacrita en la que habita vale medio millón de dólares”, observa. Hecha esta digresión, vuelve al tema principal: “en Uruguay, a lo sumo, ocurren indelicadezas que por supuesto no aplaudo, como puede ser que le den a uno unos pasajes a Europa… Pero no se ve aquello de que ‘pasan cosas’ en cada licitación”.
Menem, Suárez y Messi
Considera Lacalle que a Uruguay no debería importarle si el presidente argentino es Mauricio Macri o Daniel Scioli, sino cómo se comporta el inquilino de la Casa Rosada en la relación bilateral. “Hay que mirar el mapa: somos una cuña de tierra entre dos grandes países que no querían que fuéramos independientes. A pesar de nuestros vecinos, eso sucedió”, medita en un mesa de café. “A nosotros nos sirve un presidente como (Carlos) Menem”, define sin pruritos y, quizá, a sabiendas de que muy pocos se animan a reivindicar públicamente al peronista riojano.
“No juzgo lo que Menem hizo en Argentina”, se apura en precisar. Y explica: “con Uruguay fue receptivo, atento y afectuoso, sin dejar de defender los intereses de su país. Simplemente se dio cuenta de que debíamos llevarnos bien y ser socios”. Lacalle va más lejos y se atreve a compararlo con un Luis Suárez o un Lionel Messi: “paraba la pelota para mirar la cancha. Menem tenía visión y por eso, a la larga, será rescatado”.
Escéptico del concepto de la “patria grande latinoamericana”, Lacalle asegura que la región necesita acuerdos comerciales de Alaska a Tierra del Fuego. “Es el lenguaje que hablan los países: hay que potenciarlo. Lo demás es inútil: ¿a quién le interesa el Parlasur? Es un mamarracho. Lo único que importan son los negocios y el comercio”, expresa. Su idea de la prosperidad colectiva contrasta con su postura sobre el bienestar individual. Según el ex diputado y abogado, al final del día lo único que sacia al ser humano es poder dormir tranquilo.
Fuente: http://www.lagaceta.com.ar/nota/662857/politica/argentina-perdio-asombro-ante-corrupcion.html