*Por Bernardo Congote
CFK tiene el dañino poder de la autodestrucción. Ella misma es su archienemiga. Ella se ama. Ella se mima. Ella se latiga. Ella baila sola. En efecto tiene un amante: ella misma. Es una versión acabada del narcicismo destructivo. Por ello la fórmula FF sería narcisista al extremo.
En su visión psicótica, ella sólo dormiría tranquila (¿duerme?) si leyera en el salón presidencial de Casa Rosada el apellido Fernández que, no siendo el suyo, sería suyo porque el ocupante de la silla presidencial sería su vasallo. Su oveja. Los balidos del Fernández subpresidente masturbarían sin pausa a la Fernández vicepresidente.
El problema radicaría, entonces, en que esta campaña se pretende entender políticamente cuando su trama posee perfiles siquiátricos. Esto llevaría lleva a los contendientes a diseñar como estrategia, por ejemplo, la de cómo conducir a la Argentina hacia Disneylandia cuando, en verdad ¡hay que sacarla del abismo. (¿La grieta? ¿Siquiera alguien es capaz de identificar de qué lado se encuentra?).
Ciertamente todos los que vamos por la calle somos, unos más otros menos, locos. Pero por lo menos mantenemos cierta capacidad para circular por ella. Cierta capacidad para distinguir el verde del rojo en el cruce de dos calles. Cierta capacidad para entender que una vía permite transitar hacia el norte mientras la otra va para el sur. Pero ¿qué ocurre cuando se ha perdido esa capacidad?
Y peor, ¿qué ocurre cuando una narcisa destructiva planea mantener a millares, buena y distraídamente, en el fondo del abismo? ¿Qué ocurre cuando, como se hace en la Argentina, esos miles llaman precipicio a la cima e inversamente?
¿Qué ha ocurrido desde 2015 luego de que una minoría ha procurado halar a los precipitados hacia arriba, mientras estos insisten en quedarse ¡felices! abajo? (¿Qué hacer en esta reedición de la caverna platónica?)
Existen narcicismos destructivos y constructivos. Aquel que sólo se soporta a sí mismo y se encierra en su cuarto a pensar la teoría de la relatividad, termina siendo Einstein. O Curie. O Leonardo. O Miguel Ángel.
Pero quien se encierra para buscar la manera de que estalle un país con dinamita, termina siendo Calígula. Stalin. Hitler. Chávez o Uribe. O Cristina. Su dinamita, ahora, habría llegado envuelta en algo que parece papel regalo: ¡se apellida Fernández! Este tipo de halagos, en otras circunstancias, talvez se le agradecería a nuestra narcisa de turno. Pero no ahora ni, menos, de este calibre.
A la dinamita, los menos locos, tenemos la obligación de llamarla por su nombre. A Fernández Alberto, Fernández Cristina le conviene venderlo como buen muchacho. Pero es el mismo que la calificó culpable del estropicio. Le vende porque es buen profesor. El mismo que en las aulas nunca habla de política, pero en las calles vocifera como un chorro. Le vende como amigo. Al mismo que durante estos años, siempre estuvo esperando su caída desde el otro lado. (¿No fue menemista, duhaldista, nestorkirchneritsta, etc.???).
Pero ¿qué le importarían a una narcisa destructiva todas estas minucias, siempre y cuando destruyan? ¿Acaso no quiere ella misma encerrar a los argentinos en su apartamento mental y echarle todavía más fuego? ¿Acaso no busca elevarse a los cielos en llamas, sin importarle los gritos dolorosos de sus inflamados súbditos? ¿Le importaría acaso cederle al otro Fernández el placer de encender, otra vez, el fuego?
¿Acaso distingue la narcisa destructiva entre el pasado, el presente y el futuro? ¡En absoluto! Su narcisismo la convierte en el pasado, el presente y el futuro de la Argentina. ¡Ella lo es todo! Mientras en torno suyo deambulan aplaudiendo los desarrapados, los desempleados, los miserables, ella se autocomplace sentada en cajones llenos de dinero robado que no puede gastar. Parafraseando a Lanatta ¡ni a los chorros les iría tan mal!
La masturbación de la narciso destructiva es dolorosa. Pero ella la llama placer … momentáneo. Es insaciable. Pero ella se siente saciada… por ahora. Para nuestra narcisa destructiva, la Argentina no existe. No le importa. No es principio, ni es fin. Ella es el principio y el fin de todas las cosas.
¿Qué tipo de país seguiría siendo la Argentina con un Sub presidente y una Vice presidente destructivos? El peor de los manicomios.
*Miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (www.federalismoylibertad.org)
Mayo 2019