Por María Zaldivar*
Tras años de comunicación con el público, es hora de hacer una confesión; estoy podrida.
Estoy harta de los kirchneristas, de sus groserías,
del autoritarismo que destilan sus decisiones y de su escandalosa falta de elegancia en los modales.
Estoy harta de la camorra entre Cristina y Scioli e igualmente podrida de los que suponen diferencias esenciales entre ellos.
Estoy harta de los desplantes de Pichetto, un lúgubre cuatro de copas durante su etapa de férreo menemismo allá por los ´90, que ha escalado vertiginosamente gracias a la degradación del sistema que hoy encarama a los peores de antes. Una década más en manos del peronismo hizo estragos en la calidad institucional y así, los agentes de destrucción pasan de don nadie a presidentes de bloque en un puñado de abriles.
Estoy harta de Guillermo Moreno y todas las barbaridades que lo rodean; sus viajes a países imposibles de recordar, de la patota de “lumpen” que lo rodea, de sus métodos, de su profunda torpeza y de su enorme ignorancia.
Estoy harta del modelo berreta de país que nos imponen, de la tarjeta para pobres que instaló para quienes no tienen más opciones que el transporte público que ellos administran mal y caro con la inestimable colaboración o connivencia de un puñado de amigos tan inescrupulosos como los funcionarios que los participan. Estoy harta de que siempre levanten la apuesta ante la pasividad de la sociedad y que ahora nos encajen una tarjeta de racionamiento, que la gente va a correr a obtener y los comerciantes se van a deslomar por hacer que funcione.
Estoy harta del Futbol para Todos, las milanesas para todos, los electrodomésticos para todos y de la falaz propaganda de que la Argentina es un país con buena gente, a menos que se excluyan los autores del slogan.
Estoy harta de la inflación, de los precios máximos, de las dificultades para conseguir artículos importados y nacionales; de los precios congelados que aumentan; estoy harta de la vergonzosa propaganda del régimen, de la cadena nacional con Cristina Pichimahuida dando cátedra de todos los temas como si supiera de alguno, de los aplaudidores, de las mentiras con las que se drogan y con el relato, que apesta.
Estoy archi-harta de las torpezas K, de los dimes y diretes, del enojo permanente que tienen con el mundo, de su mirada ínfima y obtusa de la realidad, y de su anoréxica cultura.
Estoy harta de Diana Conti, de Kunkel y Lubertino; de Recalde (padre e hijo), de Kicillof, La Cámpora y del verborrágico Aníbal Fernández. Estoy harta de Unidos y Organizados, de la Juan Domingo y de todos los que cobran para no trabajar. Nadie dice nada interesante y nunca, la verdad. Me tienen realmente harta.
Pero también estoy harta del PRO y su seguidismo; del perfil de “gente como uno” que de arranque nos vendieron y que ahora vemos que tiene más de “gente como ellos” que como nosotros. Estoy harta de su silencio frente a temas de gravedad institucional, derivación natural de su falta de raíz ideológica (la única fortaleza que tiene un partido político frente al embate de los huracanes K)
Estoy harta del snobismo político que suma candidatos por la sola evaluación de su popularidad. Es probable que los futbolistas y actores que arrastran las listas PRO no hayan leído la Constitución Nacional, de modo que el motivo por el que se saltean el requisito de “idoneidad” para ejercer cargos públicos es simple ignorancia.
Estoy harta de la izquierda vernácula que ha venido allanando el tejido oficialista en el Congreso. En verdad, estoy podrida de la brecha entre lo que dicen en “A Dos Voces” y en el recinto. Estoy recontra podrida de tanto actor y actriz frustrados.
En verdad, estoy harta de tantos frustrados dirigiendo el país.
Ojo que también estoy harta de los radicales quienes, desde el pacto de Alfonsín con Menem, vienen siendo menos de lo mismo y no aportan a la complejidad política nacional más que burócratas vitalicios.
Estoy harta de que, cuando las papas queman, no se ubique a ninguno de todos ellos ni publicando un edicto.
Estoy harta del empresariado, dividido entre adicto y cobarde pero cómplice en todos los casos. Estoy harta de escucharlos criticar en privado y arrastrase en público, y aplaudir, y mover la cabeza como el perro de juguete para luneta del auto. De lejos se nota que son falsos, como el perro, pero al gobierno no le importa. Como el dueño del auto, se contentan con la farsa.
Estoy harta de la mediocridad intelectual de cierto periodismo que, por unos cuantos mangos, es capaz de ensalzar un régimen que atenta contra la libertad de expresión.
Estoy harta de tener vergüenza ajena de nuestros funcionarios, diplomáticos y dirigencia en general. Vergüenza del papel lamentable que hace nuestra Cancillería; vergüenza de que no queramos devolver lo que no nos pertenece; vergüenza porque mentimos, inventamos y tergiversamos todo, todo el tiempo.
Estoy harta de ir a Ezeiza a despedir gente valiosa que abandona esta ex república que marcha sin pausa hacia la instalación permanente de una dictadura electiva.
¿Saben qué, señores? Estoy harta, hastiada del peronismo que ha devastado los cimientos de la nación y la connivencia de los demás sectores que, por acción u omisión, les ha permitido pudrir absolutamente todo.
Buenos Aires, 2 de abril, 2013.-
*Miembro del Consejo Consultivo de Federalismo y Libertad.