El fuego de la rebelión sube. Muchos se empiezan a asustar.
Por Federico N. Fernández *
La irrupción de Javier en los medios ha sido, ciertamente, un vendaval. ¿Pero esto lo convierte en el último punk o en el primero de algo que cada vez va a crecer más?
Hace unos meses Una Bandita Indie de La Plata sacó la canción “Javier Milei: El Último Punk”. De la misma se hizo eco el diario El Cronista, que en su edición Clase Ejecutiva se refirió a Milei como “el último punk de la economía liberal”.
La metáfora del punk es perfecta para explicar lo que está pasando. Nacido a mediados de los 70s, el Punk Rock fue una reacción musical al rock sinfónico y progresivo de la época. La escena musical estaba dominada por artistas ya no tan jóvenes que tocaban canciones soporíferas de 20 minutos de duración. La relación con el público también estaba trastocada. El propio Roger Waters, en una entrevista en la década del 70, explicaba que el muro (The Wall) también simbolizaba la distancia y separación que él y su grupo sentían respecto de su audiencia.
Los punks se rebelan ante esta situación en donde la música se había alejado de sus raíces y los artistas habían dejado de ser rockers para transformarse en rockstars. El Punk llega con la fuerza de una música cruda, cuadrada, una estética agresiva y, sobre todo, la filosofía de hacelo vos mismo. Para ser un punk rocker no es necesario ser un virtuoso, basta sólo con ser atrevido, con animarse. La relación con el público también cambia diametralmente. El punk se toca en bares, muchas veces sin escenario. La cercanía es total. El vínculo banda – público puede ser simbiótico o dialéctico, pero de seguro es íntimo. A veces los integrantes del grupo que está tocando se suman al pogo, otras se agarran a trompadas con la audiencia.
En resumen, los primeros punks estaban aburridos y desilusionados por el estado de la música de su época. Veían un rock fosilizado, que había abandonado sus raíces juveniles y contestatarias y se había extraviado en el laberinto del progresivismo. Lo que iniciaron fue un movimiento anti-establishment, una contracultura, una rebelión.
Volvamos ahora a la Argentina actual. Si sos joven y querés rebelarte, ¿qué hacés?
En nuestro país hubo un simulacro de rebeldía durante los doce años de kirchnerismo. Se llamó La Cámpora y consistió en un grupo de chiquilines que, básicamente, seguían los dictados de sus padres y abuelos. Quienes en los 70s habían sido dirigentes universitarios, simpatizantes de la guerrilla o exiliados internos como Néstor y Cristina llevaron adelante su psicodrama para saldar la frustración setentista. Y en ese masivo experimento de orden psiquiátrico fueron acompañados por unos jóvenes nada rebeldes que respondían dócilmente a todos sus dictados. Los niñatos de La Cámpora no fueron más que aspirantes a burgueses cuya épica se reducía a una Asignación Universal por Militancia.
Si hoy sos joven, también va a ser difícil que encuentres la contracultura entre los artistas o los medios tradicionales. Nuestras estrellas de la alfombra roja o nuestros periodistas, con algunas honrosas excepciones, son fanáticos cultores del pensamiento único. Son todos progres. La innegable hegemonía cultural que ha alcanzado la izquierda progresista sobre nuestra vida cultural le da muchas ventajas. Pero nadie que quiera rebelarse va a seguir al pie de la letra lo que dicen los ricos y famosos del mundo del espectáculo y los mass media.
Por supuesto, la universidad tampoco es un ámbito propicio para generar ninguna rebeldía. Allí, el éxito gramsciano de avance sobre las instituciones es absoluto. La derrota del pensamiento también. Supongo que a esta altura los únicos debates admisibles dentro una facultad de humanidades o ciencias sociales argentina es entre las diversas facciones trotskistas.
¿Te vas a meter en política? Para encontrar algo distinto vas a tener que armar tu propio partido. Todos los partidos actuales y los políticos son abiertamente socialistas y estatistas. No importa que formalmente sean de centro. El Pro, por caso, en cualquier país del mundo sería un partido socialdemócrata. En la Argentina es la “derecha” por el sólo hecho de que el espectro está absolutamente corrido hacia la izquierda. Cada vez que cualquier político habla su boca se llena de palabras como “estado”, “redistribución”, “impuestos”, “regulaciones”, “gastos”, “deuda”, “retenciones”, etc.
La última carta rebelde del establishment cultural y político nacional es su fetiche favorito: el Ché Guevara. Justamente, estos días están de celebración porque sería su cumpleaños. Ahí empieza el problema. Guevara cumpliría 90 años, que es la edad de muchos de sus seguidores actuales. En Rosario están organizando una serie de actividades, muchas sponsoreadas por la propia Municipalidad. Todos sabemos que no hay nada más contracultural que sumarse a los festejos de un partido que gobierna la ciudad desde hace 29 años. Y el organizador de la fiesta es el “Champa” Galiotti, un viejito verborrágico, fanático de la gerontocracia cubana, al que no se le cae un argumento ni que lo des vuelta.
Entonces, si hoy te querés rebelar a lo establecido, querés liberarte de lo que te dicen tus profesores, tus padres y todos los viejos que te rodean, el único camino que te queda es el de hacerte liberal. El liberalismo, que va mucho más allá de lo económico, es lo más contracultural que podés encontrar en la Argentina de hoy. Con el liberalismo vas a incomodar a casi todos, desde Nancy Dupláa a Marcos Peña, pasando por los “intelectuales” de Carta Abierta, todos los empresaurios, Hebe de Bonafini y hasta el mismísimo Papa Francisco.
Se entiende entonces el crecimiento exponencial del liberalismo entre los jóvenes. La izquierda es víctima de su propio éxito. Logró dominar cada uno de los aspectos de nuestra cultura. Y eso mismo la priva de ser atractiva como alternativa. Ya no puede ser la oposición al establishment porque sencillamente es el establishment.
En la actualidad el liberalismo no sólo es la propuesta que mejores ideas y soluciones tiene. También tiene la fuerza de lo nuevo y desafiante. Cada vez hay más chicos liberales porque el liberalismo crece en los mismos intersticios sociales en los que los jóvenes se sienten cómodos. Libros “prohibidos”, redes sociales, youtube, memes, podcasts y medios no tradicionales.
Se equivocan los que creen que Javier Milei es el último punk. Es sólo uno de muchos, que cada vez son más.
* Federico N. Fernández es Presidente de la Fundación Internacional Bases (Rosario, Argentina) y Senior Fellow del Austrian Economics Center (Viena, Austria).
Fuente: La Opinión Incómoda (https://medium.com/la-opinión-incómoda)