*Por Bernardo Congote
La puesta en escena de Cristina asusta. En 72 horas pasó de la madre desgarrada que pide a fondo <<que se metan con ella, no con mi hija>>, a la turista sonriente que, vestida de blanco y sombrero encintado, se abraza con sus cómplices cubanos. Al tiempo, en la Argentina se debate acerca de si la música del video fue a propósito; o si fue autorizada (sic) y por quién. O acerca de si Cristina regresará o dejará al país abandonado por esta precaria versión de Evita.
¡Fenomenal! Para quienes acompañamos este proceso allende sus fronteras, el asunto sobrepasa los límites de la más tragicómica dramaturgia. Con algún verso de Serrat, podría decirse de Cristina que <<si no fuera tan dañina, produciría lástima>>. Pero Argentina también podría producir lástima.
El hecho de que la polifacética Cristina esté recibiendo de los argentinos una alta opción del voto presidencial este 2019, confirmaría el diagnóstico. Cristina no es responsable de que sus consecutivas puestas en escena impulsen la opción de voto de cierta fracción de la masa. El manipulador no puede responsabilizarse de que haya muchos dispuestos a ser manipulados. ¡Al contrario!
¿Cómo explicarse que una ciudadana a punta de recibir quince llamados a juicio compita en igualdad de condiciones con el ciudadano que decidió emprender un camino transformador? ¿Cómo explicarse que el ladrón compita en igualdad de condiciones psicopolíticas con la policía para ver a quién prefiere el ciudadano? ¿Cómo entender que en la Argentina pueda ser igual robar que ser honesto?
Démosle una lectura monetaria a estas paradojas. La moneda sería un excelente reactivo químico para descomponer el brebaje argentino. Mientras el gobierno juega en una cuerda floja que tiene, por un lado, una deuda con el FMI de US 50.000 millones y, por el otro, a millones de argentinos comprando dólares, el dólar sube. ¡Y puede seguir subiendo!
Los argentinos desconfían cada día más de su moneda abrazándose al leño ardiente del dólar. Ignorando voluntariamente que cada dólar de más que guarda un argentino en su bolsa, es un lastre para el barco donde navega. Cada dólar de más circulando significa cuarenta y tantos pesos argentinos retirados del flujo económico interno. Lo que, a su vez, eleva las tasas de interés y presiona al alza la inflación. Cada dólar guardado amenaza convertir a la Argentina en otro submarino San Juan que se hunde sin esperanza. Y peor, rechazando todo lo que huela a racionalidad.
¿El fenómeno reflejaría sólo la desconfianza de los argentinos en su moneda? Tal vez no. Peor, demostraría cierta desconfianza de los argentinos en sí mismos. Desconfianza producida por su proclividad a derramar lágrimas ante los papelones de Cristina. Por sus dificultades para decidir si el victimario tiene o no los mismos derechos que la víctima. Por sus falsos dilemas acerca de si, por ejemplo, los Lavagnas gobernarían mejor que las Vidales.
Desconfianza múltiple que se acercaría a la psicosis colectiva. Explicable también por cierta incapacidad para la autocrítica, paradójicamente propia de la sociedad con la mejor escuela psicoanalítica en la región. La Argentina todavía no habría autocriticado haber botado a la basura su riqueza del siglo XIX. Peor. Y tampoco habría autocriticado cómo desperdició su riqueza barriendo con ella el piso de una sociedad productiva que quedó convertida en un mega Estado que <<se hizo religión>>, como bien lo propuso Espert por estos días.
Un Estado degradado y degradante. Falazmente dadivoso (con el dinero de los contribuyentes). Falazmente omnipresente (atendiendo las quejas sólo de los amigos). Falazmente omnisciente (entendiendo sólo los problemas de su rebaño electorero). Favorecedor de las peores prácticas partidistas. Inspirador de las dictaduras como solución. Patrocinador de una masa social detenida, sin trabajar, esperando el subsidio; el plan social; los favores sindicales; de los magros resultados de los negocios truchos empresariales; de la obra pública robada; de las bendiciones sacerdotales.
Este último tango en Cuba podría resultar saludable. Siempre y cuando Argentina pudiera despertar de su pesadilla. Las cenizas de su volcán amenazan con asfixiarla. La fumarola ya se observa en toda América. La Argentina estaría enfrentada al trágico dilema del buzo de profundidad que recibe desde su barco nodriza este llamado: <<¡súbete que el barco se está hundiendo!>>.
*Miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (www.federalismoylibertad.org)